Le rompía ese silencio. Sentía como algo la arañaba justo en lo más profundo. La soledad a veces podía resultar amenazadora, sus propios pensamientos la atormentaban recordando como le soltó todos sus sentimientos, todos sus miedos, su sufrimiento a su causa. No le pidió nada porque sabía que no se trataba de pedir, porque el amor no se pide, se entrega y ella se entregó de la manera más honesta y sincera y no esperó nada a cambio. No, no lo esperó, pero si soñó con ello tantas veces que no sería capaz de enumerarlo. Fantaseo con ello muchas noches en la penumbra de su habitación con el corazón hecho un puño porque sabía que ese hombre era inalcanzable, almenos para ella. Y ahí sola en la distancia le dijo que no soportaba su apaciguada indiferencia. Le rompía el corazón y era mejor decirle adios. Porque había intentado dejarle el trabajo sucio a él, que la liberara de todo eso siendo él quién la dejara... pero nunca lo hizo. No quería plantearse si fue...