Ir al contenido principal

Sadomasoquismo

Cuando una historia sea por lo que sea se queda inacabada o quedan cosas pendientes parece inevitable caer en una especie de bucle y caer en el error de darle vueltas una y otra vez a todo para atar cabos, para entender. Con el tiempo esas recaidas cada vez son menos habituales, y van a menos hasta que seguro que hay un día en el que ya todo parece tan lejano que no recuerdas siquiera el porque de muchas cosas que sentiste, pensaste o sufriste...
Pero mientras tanto seguimos teniendo ese efecto de necesidad, como si hubieramos dejado un vicio o una droga y notaramos la abstinencia sin poder evitar el hacernos daño a nosotros mismos pensando en que por ejemplo, la culpa en realidad es nuestra. Porque en parte dejamos que ocurriera, que a pesar de sentir que había demasiadas preguntas continuamos confiando... Piensas que en realidad si no quieres nada porque te sientes asi. Porque luchaste tanto pensando en que serviría de algo. Porque era tanta la ilusión de que algún día no hubiera impedimentos, no hubiera mala suerte y porfin valiera la pena. Recibieras lo que mereces. Ahora te parece decepcionante que todo acabe así... que sentido tiene todo? ninguno, ningun otro que el darle vueltas a algo que no lleva a ninguna parte. Me repito que es normal, que todo tiene su momento. Que todo llega. Ya habrán tiempos mejores. Un amor no se supera de la noche a la mañana y si fuera así es que no fue real.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Has de vivir

Vuelvo a escribir tras medio año desaparecida. Este artículo me ha parecido maravilloso y perfecto para esta foto. Así que aquí lo pego identificando esta imagen con estas maravillosas palabras. "Sucedió hace apenas treinta horas en una mesa frente a Gràcia, en la indescriptible sala de  Moments  —frente a nosotros, un padre con su hija ( ¿seis años? ), él le explicaba los platos, ella atendía con los ojos muy abiertos, inmensos ojos. Aislados del resto del universo, nada existía más allá de la isla que era su mesa. Nada más. Nada menos. No tengo hijas, pero sí un folio en blanco.  Aquí va una carta para ella, para ti —ojalá un día la leas: Viaja, viaja sin descanso. Viaja sola y acompañada, en familia y enamorada (no existe nada mejor) viaja con amigos y también —por qué no, con un amante, viaja en primera pero también en apestosos trenes regionales. Tienes que conocer La Mamounia y ver caer el atardecer en la terraza del Fortuny, con un Bellini en la man...

El Encuentro

Pasaron meses desde la última vez que se habían visto. Pasó la vida, las obligaciones, el cansancio. Y habían puesto distancia de por medio. Pero lo que sentían, lo que eran había quedado intacto. Se reencontraron y al verse todo afloró. Recuerdos, sentimientos, mientras se miraban a los ojos en silencio. Se notaba en el ambiente lo que había aún entre ellos y que seguramente sería para siempre. Sonríeron, rieron y empezaron a hablar. Como les había ido, como estaban. Se dijeron todo y entre historia e historia había silencios que decían todo. De vez en cuando se rozaban, notando una chispa. La mano, la pierna, el brazo. Se dijeron cuanto se habían echado de menos, incluso cuando ni siquiera se daban cuenta. Se dijeron tantas cosas que habían quedado pendientes en aquellos meses y al final no se contuvieron. Y a partir de ese momento se juraron que no se separarían más. Que estarían siempre en la vida del otro, de la manera que fuera, con sus pausas, pero sin desaparecer. Tenía qu...

MONSTRUOS INTERNOS

Hay muchos tipos de monstruos. Los de las historias de miedo. Los tipos malos. Y también están los monstruos internos. Los que empiezan siendo diminutos, microscópicos pero van creciendo poco a poco, en silencio. Hasta que llega un momento que el monstruo está pegado a nosotros como una sombra que te persigue y siempre está ahí al acecho. Cuando te hacen daño no es solo el dolor que sientes en ese momento, si no las cicatrices. Pasa el tiempo y crees que estás bien hasta que algo hace clic y hace que reaparezcan los monstruos, eso que te embruja y hace un hechizo para imbocar los demonios. A veces el peor enemigo de alguien puede ser uno mismo.